San Máximo Confesor
Eremitorio Diocesano

¡Feliz el hombre que no se apega a ningún objeto perecedero y efímero!
SAN MÁXIMO CONFESOR, Cap. de car. I, 18. 

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El Centro Diocesano San Máximo Confesor, experiencia de desierto, es una espacio diocesano de la Arquidiócesis de Guadalajara cuyo propósito es ofrecer las condiciones de vida destinadas a buscar y encontrar a Jesucristo en un ambiente de silencio, soledad y oración.



La Sagrada Escritura, la Liturgia viva de la Iglesia, la oración del corazón, la doctrina de San Máximo Confesor y los Padres de la Iglesia, el recogimiento en soledad y silencio, la piedad y el trabajo físico, la compañía docente de la Virgen María, la belleza de la creación van estimulando la escucha de Su voz, el nacimiento y el despertar de la fe en Cristo Resucitado. 


En el Centro Diocesano San Máximo Confesor, experiencia de desierto, las modalidades de hospitalidad pueden ser: una experiencia guiada y gradual de 7 días, donde el alojamiento es siempre individual, con un huerto personal circundante, con importantes tiempos de soledad, con trabajo físico e intelectual, con disposiciones de tiempo, celebraciones y encuentros guiados y acompañamiento personal. La otra modalidad de alojamiento consiste en un tiempo más amplio de permanencia en soledad y silencio, con el apoyo de participación libre en la vida comunitaria del Centro, y que se realiza sólo después de haber vivido las tres primeras experiencias de soledad.

Quien quiere una cosa lucha por adquirirla. Entonces, de todos los objetos buenos y deseables, Dios es incomparablemente el mejor y el más deseable. ¡Cuál ardor debe por tanto ser el nuestro, por adquirir este bien en sí bueno y deseable!

SAN MÁXIMO CONFESOR, Cap. de car. I, 18.

  1. En el Centro Diocesano San Máximo Confesor, experiencia de desierto, en cuanto acercamiento a la experiencia de eremitorio o desierto religioso, caminamos acompañados de algunas líneas que le dan su propia fisonomía de búsqueda y experiencia, así como su identidad diocesana.
  2. La búsqueda de Jesucristo en el silencio, manifiesta el deseo que tenemos, el hambre de encontrar una Palabra que ilumine la propia vida. Creemos firmemente que la Palabra que proviene de Dios, es la única que sacia. El hambre que tenemos de esa Palabra nos lleva a ayunar de las muchas palabras y cosas que hasta ahora no han saciado.

La caridad nace de la libertad interior; la libertad interior, del aguardar deseoso en Dios; el aguardar deseoso en Dios , de la paciencia y la longanimidad; estas, del vigilante dominio de sí mismo, el dominio de sí mismo, del temor de Dios, y el temor de Dios, de la fe en Cristo.
SAN MÁXIMO CONFESOR, Cap. de car. I, 2..

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Experiencias

San Máximo Eremitorio

  1. La experiencia de este sitio en los Pueblitos está reservada al silencio y la soledad con el Señor. Él mismo lo practicaba y regulaba como expresión de su identidad, de su ministerio y su relación con su Padre, con sus discípulos y con todos los destinatarios del Reino de Dios. Esta soledad buscada, pide que se procure asegurar un alojamiento individual, sin señal telefónica o internet; que por otro lado, las actividades comunitarias sean reducidas al mínimo indispensable, de modo que se observe el silencio de forma general y estable dentro del espacio previsto para ello y de lo razonable de las situaciones propias del funcionamiento de un Eremitorio Diocesano.
  2. Una experiencia que busque facilitar la escucha y la unión con la Palabra de Dios, en la escucha orante con las Sagradas Escrituras, con la participación activa e intensa de la celebración de la Eucaristía, tanto como Misterio Pascual y Santo Sacrificio, como prenda de Vida Eterna, con la oración de la Liturgia de las Horas vivida regularmente en soledad y solemnemente en comunidad, la iniciación en la oración del corazón que acompaña toda la actividad física; así como en la escucha de una predicación de Tradición viva de la Iglesia. Aprender un lenguaje que Él nos enseña. Como un niño con su Padre.
  3. Una experiencia que permita descubrir o redescubrir a la Iglesia tres de sus rasgos principales: como “Cuerpo de Cristo”, mediante la promoción de la memoria y la meditación cotidiana del Kerygma y la práctica de la intensa comunión con el Obispo Diocesano y el Papa, orando, en soledad, y en comunidad, cada día por el Arzobispo y el Papa, por los objetivos, metas y urgencias pastorales del Plan Diocesano de Pastoral y las intenciones del Papa; como “Casa de Comunión” mediante la edificación del intercambio de la propia jornada, con los demás participantes, dentro de un profundo respeto por la libertad, la historia de cada persona y los diversos acentos espirituales de la formación; como “Sacramento de Salvación Universal” se incentiva a la apertura de los tesoros de la Tradición de los dos pulmones de la Iglesia: El Oriente y el Occidente, sin mezclar, sin sustituir, ni confundir, ni forzar la propia tradición romana, más bien enriqueciéndola en la medida en que las expresiones de otras tradiciones permiten por un lado explicitar el común contenido de la misma Fe, por el otro, tocar, por la intensidad del lenguaje simbólico, la nueva sensibilidad de nuestra época tan atenta a los lenguajes sensoriales.
  • Una experiencia que ayude a desear la práctica de la piedad cristiana que nutre la fe como verdadero alimento y expresión del encuentro con Jesucristo Resucitado, ayudando eventualmente a desmontar posibles esquemas de árrida rutina, imposición y obligatoriedad moralista. Confesar la materialidad.
  • Una experiencia que anime una sana y terapéutica práctica penitencial, una ascesis dirigida al redescubrimiento o primer encuentro con la alegría liberadora de la misericordia del Padre celestial, que cura pacientemente con la participación inalienable de la voluntad humana, aún la más debilitada.
  • Una experiencia que ayude a despertar la cercanía y el amor a la Virgen María, Madre y modelo de la Iglesia y de los creyentes; así como del aprecio y reconocimiento del pueblo de Israel, del cual Ella procede con tantas y ricas promesas y gracias.
  • Una experiencia que permita que esta búsqueda pueda ser integrada de una forma personal, gradual y permanente conforme a la identidad diocesana de los presbíteros y laicos participantes. De ahí el tiempo de permanencia y la dosificación de la experiencia, que responda a las necesidades de cada persona, que no a un esquema generalizado de contenidos y tiempos.
  • Una experiencia que mediante el voluntario trabajo físico y el respeto al entorno del campo, fomente tanto el aprecio por los hermanos de zonas rurales, como el cuidado de la casa común, que es la creación.